«El desnudo y la religión» o «Nudismo y religión» es el título de varios artículos publicados en esta revista, tema que de por sí llama la atención de muchos. ¿Tiene algo que ver la práctica del nudismo naturista con la religión?

Parece que muchos ven en ello una gran contradicción, mas sucede que todos acarreamos nuestros propios prejuicios y preconceptos. Estimo que este es un espacio para ir trabajando sobre tales dificultades y puede favorecer un mayor diálogo, respeto y comprensión.

Profeso desde siempre la religión cristiana católica, y realmente a mí, nunca me sirvió de obstáculo el ser miembro de este colectivo para vivir en libertad, pues, según el NT, Cristo murió para que seamos libres… y murió desnudo en una cruz. Luego, la pudicia cubrió al Salvador con un taparrabo para no herir la susceptibilidad de nadie, pero la verdad es que en la cruz, Jesús estuvo desnudo.

 


Nada me impresiona más que contemplar a Jesús Crucificado, el Desnudo de la cruz, el despojado, el totalmente pobre, sin nada más que su piel y la convicción de estar cumpliendo la voluntad de su Padre. El espectáculo de la muerte del Salvador es algo estremecedor, los cristianos lo celebramos con gran unción y recogimiento en los días de la Semana Santa.

Música, pintura y escultura han procurado expresar esos últimos momentos de Jesús de manera admirable, algunas obras provocan en quienes las contemplamos un sinfín de emociones, pues lo que lo que nos describen los Evangelios es algo terrible y fascinante. Suspendido entre el cielo y la tierra está Él, Cristo, desnudo para la salvación de los hombres.

En algunas notas, los escritores prefieren ligar la práctica del nudismo con la creación según lo describen los autores de Génesis, algo así como una sintonía con los orígenes, una comunión con la naturaleza. Por mi parte prefiero asociarme más al Salvador desnudo en la cruz, desde donde derrama su Espíritu a toda la creación, para que ésta sea totalmente nueva.

Soy bastante nuevo en la práctica del nudismo socializado, y lo considero una práctica liberadora, no sólo de la ropa, lo cual sería una impresión por demás superficial, considero que el poder estar desnudo delante de otros hermanos, mujeres y varones, en un clima de respeto, libertad y camaradería es adelanto de los cielos y tierra nuevos que Jesús inició en la cruz.

Ciertamente en los espacios naturistas que he visitado, reina el deseo de poder expresarse con mayor libertad, con total espontaneidad y sencillez, sin máscaras ni tabúes. Allí he podido dialogar abiertamente de diferentes temas con los presentes, he podido tener mi espacio de libertad personal sin ser invadido o avasallado por algún imprudente.

Recuerdo con agrado mi paso por las playas «Querandí» y «Escondida», en febrero pasado, ambos lugares de tranquilidad y buen humor. La gente que allí se agrupaba supo recibirme con muestras de simpatía y hermandad, algo que tanta falta hace en este momento en que ambas cosas parecen estar ausentes de las noticias diarias.

Ahora bien ¿de dónde viene tanto prejuicio hacia el cuerpo desnudo? ¿Por qué ha sido la religión – me refiero exclusivamente a la cristiana católica- un obstáculo para el cuerpo?

Tengamos en cuenta que el cuerpo humano es lo más inmediato que tenemos, ya que somos un cuerpo. Según parece, ello viene de que en algún momento de la Historia, el cristianismo se «contaminó» de elementos provenientes de la filosofía dualista, que considera que la realidad está dividida entre lo material (cuerpo) y lo espiritual (alma)

. En estas corrientes de pensamiento lo superior es lo espiritual separado de manera antagónica de lo material, recordemos que algunos sostuvieron que el cuerpo era «la cárcel del alma». No encontramos en los escritos que hoy veneramos los cristianos como sagrados (NT), apoyo alguno para semejante afirmación, con todo este pensamiento entró a formar parte de la jerga cristiana, y hombres y mujeres no fuimos ya la maravilla creada por Dios, sino los «desterrados hijos de Eva», la tierra dejó de ser aquello que Dios había visto como bueno para convertirse en «este valle de lágrimas».

El pensamiento cristiano, así, se vio teñido de esta «antropología negativa», tan común, aún hoy, en el pensar y decir de muchos católicos. El cuerpo, realidad opuesta al alma, fue censurado, objeto de vergüenza y desprecio. Algo que había que mortificar y ocultar, pues era el lugar donde se movían fuerzas extrañas y oscuras que luchaban contra el espíritu. Es curioso que semejante pensamiento haya prevalecido sobre la mismísima Palabra de Dios que afirma que «el Verbo se hizo carne» (Jn 1, 14), es decir, el Hijo de Dios, Jesús, se hizo hombre, uno de nosotros, con un cuerpo de carne, no una humanidad aparente, sino una corporeidad concreta y real.

Los autores de los Evangelios se esfuerzan en explicitar que el mismo Cristo Resucitado tiene un cuerpo, no es un fantasma o cualquier suerte de alucinación colectiva (Mt 28, 9; Lc 24, 39-40.42; Jn 20, 20.27; 21, 15). El mismo Dios quiso hacerse uno de nosotros asumiendo la naturaleza humana en su totalidad, quiso, y quiere, ser nuestro hermano, el que comparte todo con nosotros, también nuestra humanidad corporal.

En la Navidad es eso lo que celebramos que Dios ya no está perdido en alguna nube o en quien sabe que alturas, sino que está ahora con nosotros, la profecía de Isaías se ha cumplido (Mt 1, 23).

Pablo de Tarso, uno de los grandes difusores de la fe en Jesús en las primeras décadas del movimiento, les recordaba a los fieles de Corinto la bellísima dignidad del cuerpo humano (1 Co 6, 19) llamándolo «Templo del Espíritu».

Se me ocurre que si todos nos concientizamos de la belleza, bondad y dignidad de la persona humana, que comprende la totalidad del hombre y la mujer, no sólo algunos aspectos, sino todo, también el cuerpo, nuestra historia sería muy otra.

El naturismo busca armonía, comunión ecológica y expresión, considero que la religión no debe ser un obstáculo para semejante cometido, antes por el contrario, cada una de las diferentes confesiones hermanas, deberían favorecer espacios de integración corporal y ecológica.

Desde el nudismo naturista se puede, a mi entender, avanzar hacia una mayor comprensión de la persona humana, de respetar a cada mujer y hombre en su integridad vital, que incluye, indiscutiblemente, su propio cuerpo.

También yo, siendo sacerdote católico, encuentro mucha paz rezando a Jesús desde mi desnudez, me siento también en comunión con otros hermanos que en el mundo están desnudos no por opción sino por imposición, es una humilde manera de estar cerca de ellos, también experimento lo que muchos afirman, la sintonía, hermosa por cierto, con la naturaleza, mas considero mi cuerpo como la naturaleza más inmediata que soy.

Eduardo
Sacerdote nudista