En julio pasado, en medio de un frío invierno, decidimos junto con otra pareja amiga, hacernos una escapada a Tambaba, la playa nudista oficial ubicada más al norte de Brasil, en el estado de Paraíba, cerca de la ciudad de João Pessoa, el lugar donde sale el sol antes que en ningún otro lugar de todo el continente americano.
Aprovechamos unas ofertas de una aerolínea de bajo costo que originó que para llegar a Recife, (tambíen cercano a Tambaba), hiciéramos escala en Porto Alegre y São Paulo a la ida, agregándose una parada más en Florianópolis al regreso.
Como en todo viaje, hubo cosas fantásticas, y otras no tanto.
Entre las fantásticas, primero y por lejos, el lugar. La única manera de tratar de describir Tambaba es pedirle quien lee esto que imagine el cerro de las siete polleras en Purmamarca, Jujuy, Argentina, pero muuuuuucho más largo y debajo de ese cerro en lugar de un paisaje árido, una hermosa playa, cocoteros, el mar tibio para el pleno invierno en que fuimos.
También, la paz existente, el único sonido dominante es el ruido de las olas y el graznido de los pájaros. Y sonidos humanos sólo el susurro de las conversaciones y las risas de los chicos. En los diez días que estuvimos nadie llevó un equipo de sonido, amplificador ni nada que se le parezca.
Los días laborables la concurrencia no fue muy abundante, (30, 40 personas). Pero el fin de semana realmente hubo mucha gente, contable en cientos, en parejas, en grupos, con chicos, familias enteras. También, gente que evidentemente iba por 1ª vez a una playa nudista, y que una vez superado el temor inicial, se veía que lo disfrutaban como una de las mejores cosas que habían hecho en su vida.
La privacidad, garantizada por SONATA (Sociedade Naturista de Tambaba) es tambíen fantástica, porque para acceder al sector nudista de la playa, (muchísimo más grande que el textil), se debe salvar un pequeño morro transitando por una pasarela muy bien hecha.
Ese morrito impide que desde la playa textil se pueda ver algo de la verdadera Tambaba. Al pie de esa pasarela hay durante el día personal de SONATA, con el apoyo del municipio de Conde, que impide el paso de hombres solos. Esto ha generado, nos contaron, algunas rispideces ocasionales; pero garantiza que la concurrencia al sector nudista cumpla totalmente las normas de convivencia de la FNI (Federación Naturista Internacional). Solamente pueden ingresar varones solos si tienen el carnet de miembros de la FBrN, aunque tengo alguna noticia que SONATA se retiró de la FBrN y no se cual es la situación actual.
Era muy cómico ver a la gente textil que llegaba al comienzo de la pasarela, se cubría su disfraz de baño con un diario de forma que no se viese nada de tela y así se sacaba la foto como para mostrar una “transgresión” que finalmente no se animó a cometer.
Además, es notable el cuidado que hay para evitar que se fotografíe a las personas que visitan la playa. Si se quiere sacar una foto, puede hacerse siempre y cuando no aparezca nadie en ella.
El agua es tibia y limpia, el oleaje entre chico y mediano, la playa libre de piedras, realmente playa, ya que con la marea baja hay una gran distancia para llegar al agua. Y limpia!!! Hay personal municipal que con la supervisión de SONATA limpia permanentemente la playa.
Cuesta un poco acostumbrarse a la diferencia solar, ya que si bien el horario del reloj es el mismo que en Argentina, en realidad se está casi 3000 km más al Este que en Buenos Aires por ejemplo; y eso hace que el sol salga a eso de las 5 de la mañana y a las 4 de la tarde (en invierno) esté anocheciendo.
Al mediodía disfrutábamos de los exquisitos sandwiches preparados por un francés que vive muy cerca de la playa, y que son repartidos diariamente por Tarciana, su esposa, una mujer encantadora y amable.
Pudimos visitar la ciudad de João Pessoa, con sus sectores coloniales muy interesantes, tiene una casa de los años 1600 cubierta totalmente de azulejos en su exterior, y con la marea baja se puede acceder a un pequeño arrecife más o menos coralino, a la vista del Cabo Branco, el extremo oriental de las Américas.
Lo no tan bueno fue la parte de “turismo aventura” que no esperábamos. Contratamos alojamiento y el traslado desde Recife a Tambaba a través de la oferta de paquetes de la página www.tambaba.com.br En lo que hace a los traslados nos metieron (4 adultos con equipaje más el chofer) en un vehículo pequeño (Fiat Uno) para hacer los 120 km que hay desde el aeropuerto.
Realmente fue muy incómodo. Habíamos estado viajando todo el dia, entonces, al llegar a destino, Tambaba, tener que caminar por la playa oscura (iluminada con nuestros celulares) como 500 m para llegar a la pousada que nos habían asignado, por la arena suelta, mojándonos los zapatos con el oleaje, etc, tampoco fue agradable. Lo mismo ocurrió al regreso, sólo que fue de día.
La pousada que nos habían asignado, “Dom Quinzote”, está ubicada sobre la playa de Tambaba, lo cual es una ventaja enorme para disfrutar de la playa, pero prácticamente lo vuelve a uno prisionero de la misma ya que salir de a pasear o sobre todo regresar a la noche es complicado.
Si bien nos habían avisado que era modesta, supusimos que tendría comodidades mínimas, pero la falta de agua caliente para sacarse la sal del mar realmente es una carencia severa. Además, el costo de las comidas en esta pousada era sustancialmente mayor que la misma comida en el comedor existente en la parte textil, a donde fuimos a cenar muchas noches.
Pudimos conocer otras pousadas en la zona, con servicios muchísimo mejores que Dom Quinzote; y que al averiguar tenían en ese momento aproximadamente los mismo costos; una textil (das Tulipas) y la Chácara dos Ventos (nudista) Sin embargo, ninguna de estas dos está a una distancia lo suficientemente corta como para ir caminando hasta la playa.
En resumen, el lugar es una maravilla, para no perdérselo. La infraestructura en la playa deja bastante que desear. Como recomendación, no dejen de conocer Tambaba, eso sí, alojarse en cualquier otra de las pousadas cercanas y ver la manera de contratar el traslado diario a la playa