La moda y el mundo de las apariencias

El prestigio solidario de pensar en el bien común comienza a reemplazar los deseos de tener y parecer por una mirada más atenta de la naturaleza y las personas.

La moda como una conciencia colectiva grupal que ayudaba a las personas a integrarse emocionalmente a partir de un modelo estético determinado respondía a la ideología consumista del siglo XX.

Para poder funcionar, ella regulaba con mano férrea el mundo de las apariencias impulsando comportamientos de gastos despreocupados y voraces, basados en un sistema acelerado de usar las prendas para cambiarlas continuamente por nuevas.

Sin embargo, los traumáticos acontecimientos que acompañaron el despuntar del siglo XXI, como los impactantes atentados en Nueva York y en Madrid, el derrumbe financiero internacional y la crisis argentina de 2001, entre muchas otras causas, provocaría una revolución de sentidos.

Se instala entonces, muy lentamente, el prestigio solidario de pensar en el bien común con una nueva forma cultural, que comienza a reemplazar los deseos de tener y parecer por una mirada más atenta y cuidadosa de la naturaleza y las personas.

Sin desdeñar la estética, se incorporan junto al accionar de las redes sociales comportamientos éticos individuales, que habían sido olvidados durante la apoteosis de las modas consumistas.

Aquellos que hasta hace muy poco tiempo marcaban el ritmo de las modas dominantes por prestigio o posición social ya no son formadores del gusto general.

Ahora, el poder está en estas individualidades que forman parte de comunidades de gustos compartidos y que no pretenden imponer sus estéticas, sino simplemente experimentar nuevas sensaciones e imágenes para compartirlas con los otros mostrando sus preferencias.

Como consecuencia surge un nuevo orden de poder en el mundo de las apariencias, con una mayor autonomía de los consumidores con respecto a lo nuevo, que se traduce en actitudes más auténticas, naturales y tolerantes de las formas de vestir.

Ocurre que la sociedad digital organizada en redes descentralizadas, desarticula el sistema de la moda que pierde su lugar de privilegio como reguladora general de las apariencias.

Se abandonan condicionantes colectivos como status social, marca, prestigio de clase, distinción, elegancia, buen gusto a favor de individuales como autoestima, valoración de la imagen personal, capacidad de juego para presentar la imagen de cada uno frente al otro.

Desde esta mirada, el arte, el juego y el sentido del humor se convierten en aliados imprescindibles de un nuevo ser y estar en el mundo.

MIRADAS Por Susana Saulquin
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