PENSANDO EL NUDISMO

Para pensar el nudismo como opción social, no podemos obviar el pensamiento dominante. Ese pensamiento nos dice que el cuerpo desnudo es privativo del ámbito individual, para practicar en el cuarto de baño o en el dormitorio.

Lo que exceda a eso, según ese pensamiento, es una desadaptación al medio y al conjunto social. Las normas establecidas, los mandatos sociales, los consensos adquiridos nos dicen que estar vestidos es lo usual y lo esperable en las relaciones interpersonales y sociales. Apartarse de esta forma de pensar, sentir y actuar es colocarse al margen del conjunto social.

No se llega a esto de la noche a la mañana. Tal vez el origen del vestido está en la utilidad de encontrar un remedio al frío, sin descartar la explicación bíblica de que pudo ser el pudor. Aún en las civilizaciones más remotas y en las de regiones cálidas, aparece casi siempre algún tipo de vestuario, sea como distinción de castas o jerarquías religiosas o hasta los tatuajes, revistiendo a la piel de historias o representaciones a ser contadas, podrían ser también formas de vestido.

Lo cierto es que esta necesidad o utilización primaria de algún ropaje, se fue consolidando ideológicamente, naturalizándose, complejizándose por el poder político, religioso o económico hasta hacernos sujetos de la moda, sujetos sujetados a una industria textil que determina una estética corporal, un comportamiento social y modo de relaciones basado en la alienación escenificada, neurótica, del juego de muestro y oculto, del digo y callo, del distingo y unifico, de lo natural y lo sofisticado, de la diferencia como sospecha y fundamentalmente el sexo como consumo y control social.

En todas las épocas y de distintas maneras al pensamiento hegemónico le aparecen grietas por donde se muestran las disidencias. Estas pueden darse de forma espontánea, individual o en forma de colectivos que expresan su disconformidad y diferencia con el pensamiento impuesto.

Es el juego entre lo instituido y lo instituyente. Si lo instituyente no se vuelve significativo, como para impactar en lo instituido, puede volverse funcional al pensamiento hegemónico, demostrando que lo diverso es posible y tolerable, siempre y cuando no ponga en peligro el orden establecido.

Pretender decir que el nudismo, naturismo o nudo-naturismo, es hoy el pensamiento instituyente sería una afirmación muy riesgosa de probar.

Creo más bien que son opciones individuales o de pequeños colectivos que ni siquiera pretenden constituirse en un pensamiento hegemónico.

Viven, se expresan y disfrutan de una reapropiación de su cuerpo, de un intento de relación social menos neurótica, un intento de vivir armónicamente con la naturaleza y una defensa de la libertad personal para decidir sobre sí mismo y su propio cuerpo.

Habrá nudistas que se sienten tales en forma circunstancial y en práctica individual. Estarán los que intentan socializar su práctica sin ir más allá de los parámetros de vivir en armonía con la naturaleza, consigo mismo y con los demás y_ seguramente_ habrá quienes harán una práctica militante intentando constituirse en una fuerza instituyente que al menos flexibilice el instituido textil.

Lo cierto es que experimentar el nudismo circunstancial o sistemático, individual o colectivo atreviéndose a romper el pensamiento hegemónico, da una sensación de libertad y bienestar que vale el gusto de probar.

Una última reflexión es la de no caer en el enfrentamiento textiles nudistas, porque me parece que ese no es el eje de la discusión. El verdadero nudo gordiano se me ocurre está en tener la capacidad para generar y estimular otras formas de pensar que nos liberen del pensamiento impuesto.

Y a esta tarea estamos convocados todos, nudistas y textiles, porque construir un cuerpo social basado en el disenso y en la socialización de esas diferencias es lo que nos posibilitará otra calidad de personas. Sean vestidas o desnudas.

Enrique Carfagnini
España