Ir a una Playa Nudista a los 59 años me fortaleció

“Tengo 59 años--no voy a ir a una playa nudista” . Dos de mis amigas habían estado pidiéndome durante meses que fuera con ellas a su playa nudista favorita, y cada vez les di esta misma respuesta.

Nunca había estado en una playa nudista antes, y estaba feliz de dejar que eso continuase así. No era porque yo odio mi cuerpo o tengo problemas sobre la sexualidad, por el contrario, estoy en buena forma y en cuanto a la sexualidad, estoy más que dispuesta a tomar riesgos y probar cosas nuevas.

Una playa nudista, sin embargo me  sonaba incómodo. Estar empapada y desnuda con grandes grupos de extraños era una actividad en la que no tenía ningún interés en absoluto. No sólo no estaba dispuesta a asumir el riesgo de exponerme a mí misma, seguramente no quería ver a algún chico desnudo doblarse demás para agarrar una pelota de volley. Yo no podía entender por qué mis amigas querían experiencias de este tipo.

Después de rechazar sus invitaciones durante meses y meses, sin embargo, la curiosidad me superó. Tenía que averiguar por qué les gustaba  tanto.

Y, porque escribo y hablo regularmente sobre temas como autoestima, sexualidad, empoderamiento, decidí llevar a mi fotógrafo Craig White para documentar esta experiencia de primera vez. Estaba dispuesta a compartir mi viaje, cualquiera que fuese el resultado, positivo o negativo.

Cuando llegamos a la playa de Sandy Hook, la primera sorpresa fue lo calma y aislada que era. Esto no era la típica costa del Estado de Jersey—no había fiestas salvajes, ni vendedores, ni hay música todo volumen y ni gente luciéndose.

La segunda sorpresa fue la variedad de personas presentes. En toda la playa, pude ver sólo una mujer tipo supermodelo y el resto eran personas comunes con cuerpos regulares, desde 20 años hasta en sus setenta. La mayoría eran de edad media. Algunas personas tenían tatuajes, pero la mayoría parecía bastante tranquila. No se trataba de una playa de salvajes, de locos por el sexo, o de diosas de bronceado y entrenamiento perfecto. Era sólo gente normal, disfrutando del sol, las olas y la arena, sólo que sin trajes de baño.

Así que me uní a ellos.   Me quité todo y caminé hacia la costa con mi fotógrafo. A medida que tomó fotos de mí cerca de la resaca, sentí que mis inseguridades sobre imagen corporal y exposición de mis partes privadas comenzaban  a desvanecerse. Desaparecieron todos esos años de conceptos erróneos sobre lo que otras personas pensaban de mi cuerpo desnudo. Todas mis cicatrices y estrías que cuentan mi historia de vida se transformó en una insignia de honor, en lugar del juego de vergüenza que había estado jugando conmigo todos esos años.

Después de las fotos, guardamos la cámara, estiramos nuestras toallas en la arena y nos rociamos protector solar como si no hubiese ningún mañana. En este punto, comencé a mirar alrededor, absorbiendo la gente y el ambiente de la playa nudista. Lo que sentí y vi en esos minutos, relajándome sobre la arena calentada por el sol, me hizo sentir tonta por haberme preocupado tanto esa mañana más temprano.

Nadie parecía incómodo. Nadie estaba mirando a los otros concurrentes ni espiando a ver si la otra gente estaba mirándolos. Nadie estaba tratando de ocultar o alardear nada, así que no había ninguna razón para que cualquiera pueda mirar detenidamente.

Ese día en la playa nudista, sin embargo, nadie juzgaba, a pesar de que muchos bañistas tenían celulitis, estrías y piel envejecida.

Mientras más tiempo pasé en esa tarde soleada libre de prejuicios, más me sentía ligera, libre y relajada. Incluso charlamos, todavía completamente desnudos, con compañeros bañistas y con un guardaparque. Nadie parecía interesado en  sus cuerpos o en el mío, era sentirse libre del estigma de la imagen corporal y disfrutar el mar, sol y la vida silvestre.

Antes de probarlo, estaba tan segura de que nunca quería visitar una playa nudista, pero ahora siento como que nunca quiero volver otra vez a una playa no nudista. Permitiéndome ser tan vulnerable me dio poder.

 

Traducido por Walter Spotto del Huffington Post

http://www.huffingtonpost.com/sandra-lamorgese-phd/how-going-to-a-nude-beach_b_7801850.html

Fotógrafo: Craig White