Primera Experiencia con Nudistas Venezolanos

Subí al auto de Josseph, con su novia e hijo, a las 5:30 am de un sábado…Entonces fue cuando sentí el sacudón final: ya no había vuelta atrás...Yo conversaba nervioso, tratando de rastrear algún elemento _ el "factor nudista" _ de sus personalidades.

Josseph, de 33 años de edad, tiene una empresa que vende e instala equipos de informática. Su novia es maestra en dos escuelas de Caracas. Muy normal, nada escandaloso.

La plática común siguió mientras llegábamos a Higuerote. En dos segundos, una pregunta de Josseph sacó finalmente el tapón: ”Y entonces, ¿tienes miedo?

¿Miedo? Claro !! Sería mi primera experiencia nudista en toda la vida. Tres meses atrás, había contactado al grupo Nudistas Venezolanos. Sostuve dos entrevistas personales con sus integrantes. La guinda era la amenaza de que una compañera de trabajo estaba invitada al paseo.

"No, la verdad es que no. Estoy más bien tranquilo”, le respondí. Josseph sonrió y luego contó que la noche antes de su primera vez no pudo dormir. “Pensaba: ¿cómo es eso de estar desnudo en una playa entre extraños?'', se preguntaba. Las ideas parecían despegarse de mi cabeza e instalarse en su discurso.

La reunión. Llegamos a Chuspa, estado de Miranda, a las 8:30 am y aterrizamos directo en una mesa frente al mar, con una empanada de cazón … Esperábamos al resto del grupo . El plan era encontrarse en el puerto, donde un lanchero, ya advertido, aguardaba por nosotros. Desde allí. Íbamos a emprender la navegación hasta una playa solitaria… El primero que llegó fue Antonio, un ejecutivo de una importante empresa farmacéutica. “¡Te atreviste a venir!”, me saludó y yo asentí, sonriendo…

“Es como cuando eres niño y haces una pequeña maldad”, fue la bienvenida de Antonio durante este primer encuentro. Aquí la gente viene a pasar un día de playa con la familia. Por eso tenemos normas: para protegernos, explicaba el ejecutivo, nudista desde hace 10 años. Las normas son básicas: los hombres deben ir las primeras veces acompañados de una dama y las insinuaciones sexuales no son permitidas.

En el peñero íbamos nueve hombres, ocho mujeres y seis niños. La compañera de trabajo que amenazaba con unirse al grupo no acudió finalmente. Me enteré que se despertó con una punzada repentina en el estómago acompañada por esporádicos vómitos: una epidemia que se extendió entre otros interesados pero que por suerte no me capturó. La excusa, según Vicente, uno de los organizadores, es muy popular entre quienes se arrepienten a última hora.

Llegamos a la playa, una desértica franja de arena a más de media hora de Chuspa. Bajamos las cavas, enseres, toallas y zapatos. Parpadeé, giré la cabeza y al menos cinco de los 23 ya se habían despojado de toda su ropa. Nadie emitía risas nerviosas, nadie miraba forzosamente el suelo. Sólo uno: yo.

Dos minutos más y eran 10 los desnudos. Había que saltar al vacío: ya no había vuelta atrás. Una última carga de aire fresco en los pulmones, los shorts colgados de una rama y ya era yo, al menos, un pasante de nudista.

Uno al principio, no sabe bien a dónde mirar y la intranquilidad…genera sutiles descargas eufóricas. Vicente me preguntaba: “¿Y entonces? ¿Qué tal? ¿Cómo vas? .Y yo: 'Bueno, aquí, bien, pa'lante, todo bien, mejor imposible... buenísimo”.

Si mi madre supiera que hago esto haría que me excomulguen. Pero a mí me encanta. Me siento libre, decía riendo, este ingeniero que se inició como nudista en las playas de Croacia. Ese día, estaban también su esposa y su pequeña de sólo algunos meses de nacida.

En ese momento me contaron de una apuesta que ronda entre los organiza dores: quienquiera que lleve a algún familiar cercano (padres, hermanos, primos) se ganará el respeto de los otros. El pudor, al parecer, tiende garras más afiladas cuando está cerca de la familia y, por ello, la mayoría oculta su afición a sus parientes.

En unos 10 minutos, la pla­ya era sólo una playa. Y los nudistas, nada más que gente. Se bañaban en el mar o jugaban con una pelota, mientras los niños buscaban cangrejos entre las rocas. Las depilaciones, dimensiones, tonificaciones y holguras corporales se quedaron en un segundo plano pues, aunque la experiencia tiene un tinte tribal, el factor individual la hace energizante.

Después del mediodía, se acercó un peñero con algunos pasajeros a bordo. Se enrumbaban justo hacia nuestra pla­ya. Antonio y Vicente se pusieron de pie y caminaron hasta la orilla. Yo los seguí hasta ver de frente al conductor…

En un segundo, la lancha dio media vuelta y regresó. “Apenas nos ven en pelotas, se van. Ni locos se atreven a bajarse cuando ven a un grupo de gente desnuda”, me explicaron.

Se iba la tarde y la familiari­dad crecía. Cuando empecé a hablar de política y discernir sobre la propulsión a chorro del dólar paralelo, supe que ya no me preocupaba por no llevar nada encima. Estaba aclimata do y graduado de nudista…

Andrés Zamora

 

Fuentes texto y fotos

El NACIONAL. Viajes. Página 14 - Domingo 18 de marzo de 2007.

http://www.el-nacional.com/

http://nudistasvenezolanos.org/articulos-nudismo-venezuela/el-nacional-desinhibido-playa-nudistas-venezolanos/