El otro nudismo

Hola a todos.

Hoy quiero dirigirme a ustedes para compartir una experiencia pasada que ya no se ve en ninguno de los eventos nudistas en los que he participado.

En el 2007, Spencer Tunick logró reunir a cerca de 18.000 personas desnudas en el Zócalo, siendo yo una de ellas.

Entre los asistentes había un fotógrafo aficionado llamado Iván Brondo, quien convocó por diversos medios a personas que quisieran participar en sus talleres de fotografía al estilo que lo hace Tunick, pero más modestamente.

Hasta aquí Iván parecía que era sólo un imitador más de Spencer Tunick, pero mi estimado amigo hacía algo muy diferente que no he visto hacer a nadie más hasta ahora.

Nos reunimos algo más de 20 personas en La Casa Jaime Sabines, en la Av. Revolución.

Iván tenía la idea de hacer un árbol con nuestros cuerpos desnudos, idea que incomodó a más de uno. Pues para la mayoría quitarse la ropa no era un problema, pero tocar o permitir que otros nos tocaran era algo que nos creaba una molesta sensación defensiva.

Entonces Iván nos sugirió hacer un ejercicio de desinhibición: estando ya todos desnudos, nos vendamos los ojos a fin de no poder ver nada y después nos puso una grabación y nos dijo que solo escucháramos y nos dejáramos llevar por lo que sintiéramos.

La grabación era la hermosa voz de una mujer con una suave música de fondo que nos invitaba a sentir con nuestra piel el sol, el viento, las superficies que nos rodeaban y a nosotros mismos.

Nos aconsejaba que no debíamos sentir miedo por las sensaciones nuevas que pudiéramos experimentar, porque eran naturales y, al sentirlas, entraríamos en un estado de confianza y aceptación como no lo habíamos sentido quizá desde la muy temprana infancia.

Todos nosotros nos atrevimos a tocar por primera vez una piel que no era la nuestra ni de nadie conocido. Algunos hombres y mujeres sintieron excitación, pero al paso del tiempo y con la tranquila y suave voz de la grabación llegó un momento que ya no fue tabú para nadie la cercanía de una piel ajena a la propia, sin importar el género de la persona.

Al terminar el ejercicio pudimos recrear el árbol que Iván quería sin sentirnos tan incómodos como al principio.

En los posteriores talleres, Iván siempre nos ponía el mismo ejercicio antes de empezar una nueva sesión fotográfica; quedando atrás los nervios, la excitación inicial y la idea trágica que el roce de pieles era algo malo o malicioso.

La idea de contarles esto no es la de recrear nuevamente dichos ejercicios, pues considero que habrá muchos nudistas a quienes la sola idea de tocar o ser tocados a ellos o a sus parejas les escandalice y ofenda sobremanera, es sólo una experiencia personal que me hace pensar que nosotros, quienes nos autodenominamos nudistas, en realidad lo somos a medias.

Por otro lado, para hacer un ejercicio parecido haría falta algo que nos tranquilice la mente como la grabación dirigida y la guía de una persona que inspire tanta confianza con Iván Brondo.

"Conócete a ti mismo" decía Zaratustra. Pienso que éste sabio tenía toda la razón, pues para iniciar un verdadero viaje a lo desconocido no tienes que ir más allá de la frontera de tu propia piel.

 

Fuente: remitido por factorfantasma@yahoo.com.mx del grupo mexicano ANUBA ANUBA_Naturistas@gruposyahoo.com 18/4/16