Espectáculos: Fred Herrera “Descenso al Infierno”- danza Butoh
El mimo y artista costarricense, Fred Herrera, encontró en el Butoh una
nueva forma de expresarse. Radicado en Francia, se apartó del arte del mimo,
promoviendo una mezcla de artes en un tono único.
Formado a partir de 1984 por el maestro del mimo Marcel Marceau, estaba
acostumbrado a la precisión y a la regularidad. El Butoh, la “danza de la
oscuridad”, fue creado por los japoneses como una mezcla de técnicas de
danza y teatro que respondiese al dolor infligido por la guerra.
Herrera empezó a formarse en un taller de Butoh, Shigeya Mori, en París. Y
este invitó a Herrera a Japón para participar en una obra inspirada en la
catástrofe de Fukushima. Dos años después, Herrera presentó su primer
trabajo en esta disciplina.
Esta disciplina es la resultante de una variedad de técnicas de danza
creadas en 1950 por Kazuo Ohno y Tatsumi Hijikata, que, conmovidos por los
fatídicos bombardeos atómicos sobre Hiroshima y Nagasaki.
No hay decorado o vestuario determinado, y es habitual que los intérpretes
actúen desnudos o pintados de blanco. La improvisación es parte fundamental
de este estilo de danza. La idea no es pensar el hecho sino sentirlo: "No
hablar a través del cuerpo, sino que el cuerpo hable por sí solo".
El Butoh se compone de movimientos lentos, expresiones exacerbadas y la
versatilidad del cuerpo. El cuerpo del artista se deforma, contorsiona,
quiebra y expande mediante gestos que pueden parecer agresivos o grotescos.
La contorsión, la deformación y la gesticulación son parte fundamental de
esta disciplina.
“El Butoh es morir para renacer. Está muy vinculado con la enfermedad, a la
muerte, y el renacimiento. Para refrescarse, hay que aceptar morir a ciertas
cosas: dejar ir máscaras, estructuras, vínculos sociales, y atreverse a
comenzar de nuevo”, explica Fred Herrera.
El artista explora la fragilidad de lo humano y lo pasajero de la
existencia. “Aceptar los ciclos de vida y muerte es aceptar también que las
cosas pueden destruirse y que hay que tener un desapego. Todo es
transitorio; todo lo podemos perder. Debemos aceptar que, así como
individualmente pasamos, la civilización a la cual pertenecemos también
puede pasar”, asegura el artista.
La diferencia con el maquillaje blanco de la pantomima es obvia. Como mimo,
si el sudor corre la pintura blanca, es un error. Por el contrario, si en el
Butoh se agrieta la arcilla, enfatiza su carácter de materia “viva”.
Como un juego de charadas, el mimo articula en silencio un cuento. “En la
mente del espectador hay un proceso de interpretación que va componiendo la
historia”, explica. En cada representación, Fred Herrera genera una obra
plástica: un lienzo manchado de pintura con su cuerpo.
El público, como en trance por el dolor aparente, mantiene la mirada en el
cuerpo semidesnudo. Frágil, transitorio, maleable: la herramienta de Fred
Herrera posee una fuerza telúrica. En la butaca, el espectador se estremece;
quizá algo cambie en él también.
Es una forma de danza, contraria a toda técnica, que no busca darle a la
audiencia una sensación placentera, sino exponerla a una exploración directa
de las pulsiones, suprimiendo la expresión simbólica de las emociones.
El cuerpo en esta danza se aparta de la belleza ideal y de la musculatura o
la fuerza física de quien la práctica. El bailarín de Butoh debe olvidar las
técnicas y las danzas aprendidas para intentar hallar dentro de sí. Hay que
eliminar todo, despojarse de todos los movimientos Es una exploración del
inconsciente individual, lo que provoca que en cada persona se manifieste
diferente de acuerdo a sus propias raíces culturales y sociales.
“El Butoh me ha ofrecido nuevas formas de expresión que, para mí, en este
momento, son más interesantes. El espectáculo es un primer momento de
síntesis de este nuevo espacio de expresión que he estado viviendo.” … “Se
trata de encontrar lo singular en cada cuerpo, aprovechando extensiones y
ciertas deformaciones que pueda tener. Trata de llegar no a un cuerpo
modelo, sino a que cada uno encuentre una manera muy particular de moverse”.
En esta danza se pueden observar influencias de las artes escénicas
tradicionales japonesas junto con la improvisación, el teatro, la danza
moderna y la danza expresionista alemana, Los actores adoptan poses o
acciones suspendidas, como si flotaran en el aire con movimientos y gestos a
modo de marioneta.
Cada intérprete busca la experiencia en el momento y ello le da al bailarín
la oportunidad de ser consciente de lo que ocurre en su cuerpo a nivel
global unificando el cuerpo-mente.
Los movimientos convulsivos y retorcidos se combinan con tiempos
extremadamente lentos o, por el contrario, muy rápidos. Pero siempre con los
pies pegados al suelo y el centro de gravedad bajo, provocando una fluidez
de movimientos con una concentración de energía liberada en cada instante.