Historia al Desnudo: La Prehistoria

Vestidos y Ornamentos

Desde las primeras civilizaciones se ha utilizado el vestido, por eso algunos antropólogos han sugerido la relación entre el uso de la ropa y la civilización, pero esta relación no es imperturbable, pues ser civilizado tiene que ver más con el cuidado del cuerpo que con el hecho del vestirse. Más que por el pudor o por la pura utilidad, tal y como reconoció incluso Charles Darwin, la ropa tuvo al principio un uso ornamental. Los testimonios de los etnólogos confirman el hecho que, en las razas más antiguas, los individuos carecen de vestidos, pero no de ornamentos. El placer de arreglarse habría precedido al de vestirse.

El cazador primitivo que orgulloso llevaba su presa encima y después se enfundaba su piel, no sólo se limitaba a alimentarse o cubrirse, sino que exhibía un trofeo que le protegía con su magia. El simbolismo que representa el ornamento o el tatuaje hace que cada persona se diferencie del resto de la comunidad, pero al mismo tiempo ostente los símbolos comunes de pertenencia al grupo, por ello el vestido representa al mismo tiempo lo común y lo distinto.

En tribus arcaicas donde no existía el vestido, apareció el tatuaje o la pintura corporal, también por ese afán de compartir, pero a la vez de ser diferente. El ornamento en forma de tatuaje, pintura, abalorios o ropa tiene también un componente simbólico-mágico: la lógica del pensamiento se basa en la búsqueda o repetición de los fenómenos y el hombre primitivo, con su pensar, se anticipaba a los peligros que en su vida diaria se podía encontrar por sus facultades para advertir recurrencias o similitudes en cualquier fenómeno que atente contra su seguridad y poder y, así, anticiparse al peligro. De ahí que el sentido mágico venga de la constatación de que, en ocasiones, lo que se piensa, ocurre, y por esta razón, a través del pensamiento, el hombre primitivo creía tener el poder de recibir, causar o protegerse de cualquier daño.

Para defenderse de los peligros que a veces no puede predecir, hace uso de la magia, que es un sistema auto elaborado en donde se vinculan ritos, objetos, pinturas o vestidos para protegerse de ciertos males. Los orificios del cuerpo son los lugares más débiles por donde se puede acceder los males, por ello es frecuente que las pinturas, objetos o tatuajes se sitúen cerca de los mismos. Así los genitales, ano y pecho se protegen y tapan en un acto de defensa, no de pudor.

 

La moda como pertenencia

Se ha visto al vestido como protección mágica, pero también tiene una función de atavió, de ornato, que se encuentra en el origen de la moda. El hombre necesita imitar, pero también diferenciarse. Con la imitación en comportamientos, símbolos, dibujos o vestidos siente su pertenencia a un determinado grupo, en el que todos comparten similares ideas, símbolos, determinados colores, objetos, pinturas. Sin embargo, la imitación no es total, pues cada individuo mantiene sus diferencias, por lo que también la moda permite la individualización. La moda satisface estas dos tendencias contrapuestas: la cultura individual y la cultura social, la pertenencia a un grupo, pero sin perder la noción de individuo. Por ello, la desnudez, el vestido y el pudor deben entenderse como modas, al fin y al cabo, moda significa formas de ser, modos.

Por eso podemos decir que la condenación o aplauso del desnudo se produce a partir de la tendencia humana a sentirse parte o no del grupo. Por ejemplo, si el grupo al que pertenece una mujer piensa que ensenar el tobillo es indecente, ella sentirá vergüenza y rechazo al mostrarlo. Si ese grupo juzga como signo de masculinidad que los hombres muestres sus cuerpos desnudos no habrá recato sino orgullo al exponerlos Por lo tanto el pudor, la vergüenza y la satisfacción de mostrar y ocultar el cuerpo tiene que ver con la moda, entendida ésta como factor de cohesión y a la vez de diferenciación social.

La timidez en exponer los genitales no viene porque sea pernicioso o malo en sí, sino porque pertenecemos a un grupo que piensa que es pecaminoso y ese grupo, como ocurría con el tabú, ni siquiera conoce el origen de su prohibición y esto es malo, porque al transgredir la regia nos aparta del grupo. Verdaderamente podemos decir que para pertenecer a una comunidad hay que asumir ciertas normas o prohibiciones comunes que en la mayoría de los casos el individuo desconoce su valor.

La norma como costumbre es repetida ciegamente por los individuos que pertenecen a la misma. Por este motivo en algunos casos, el uso del desnudo se utiliza como símbolo de rebeldía, porque sabemos que el ensenar los genitales está mal visto y es una manera de desafiar el orden establecido, de manifestar que disentimos o no queremos pertenecer al grupo contra el que dirigimos la protesta.

El uso del desnudo como moda tiene que ver con la cohesión y diferenciación social del individuo: la mujer que, atrevida, es capaz de sugerir sus curvas, quiere seguir sintiéndose parte de la sociedad, ya que, si quisiera romper con ella, mostraría todo el pecho o el monte de Venus, y entonces sería rechazada. De esta manera, al atreverse a hacer algo distinto de las otras mujeres, llama atención, pero no hasta el punto que la rechacen definitivamente.

 La individualización y la socialización son dos caras de una misma moneda y se encuentran detrás de la costumbre de ir vestido o desnudo en las primeras civilizaciones. Es con el cristianismo, siglos después, que se asocia el desnudo con el pecado y la muerte del alma, quitando con ello una buena parcela de libertad individual y social, especialmente entre las mujeres.

 

 

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