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La Persecución de los Hippies en Formentera
España 1968/70
El pasado hippie de Formentera está marcado por la persecución y
posterior expulsión de cientos de jóvenes por parte de las autoridades
franquistas en el periodo 1968/70. A partir del verano de 1967, «verano del
amor», Formentera e Ibiza se convirtieron en una escala señalada en la ruta
que miles de jóvenes occidentales emprendían con destino a la India y
Afganistán.
Desde la llegada de los primeros «peludos» -como se conocían en la
isla aquellos jóvenes, la mayoría estadounidenses, británicos y franceses,
que se bañaban desnudos, trabajaban poco y vivían con menos- hubo
formenterenses que mostraron su rechazo. Pero al mismo tiempo, muchos
residentes veían con buenos ojos a aquellos extranjeros que alquilaban
casas, aunque estuvieran en mal estado, consumían en los bares y compraban
en las tiendas.
Las autoridades del régimen contemplaban con preocupación el hecho de que el
colectivo hippie fuera visto con complicidad, incluso simpatía por una parte
notable de la población de Formentera, una tolerancia que amenazaba en
expandirse al resto del país.
Para despejar cualquier cuestionamiento sobre la moral imperante en la
Dictadura, los mandos franquistas planificaron una operación para cambiar la
percepción sobre aquellos jóvenes harapientos que daban a la isla «un
aspecto de pobreza, miseria y abandono»
El 27 de agosto de 1969 el diario ABC publicó un artículo que tuvo gran
repercusión en el que se narraba una fiesta de luna llena en una cueva de
Formentera, un espectáculo dantesco con cientos de jóvenes totalmente
desnudos y presos de los efectos de la droga. Además, en el encuentro
participó una menor de edad hija de diplomático, por lo que el fenómeno
hippie quedaba etiquetado como potencial pervertidor de la juventud
española, bien pensante y católica.
El Alcalde de Formentera remitió una carta al Gobernador Civil pidiendo
contundencia contra los hippies, que llevaban una vida licenciosa y
descontrolada, dedicándose al pillaje de fruta y manteniendo una conducta
extravagante y antisocial que minaba el patrimonio de la juventud isleña.
Pocos días después, unos 200 cabezas de familia solicitan que se impida la
entrada a la isla de estos jóvenes que practican el desnudismo y el amor
libre. Se había formado un grupo de ciudadanos que recorría la isla, echando
a todos los que dormían bajo los árboles o en la playa.
Por este motivo se agilizaron las expulsiones, que en 1970 llegaron a las
3.000 en las Pitiusas, se intensificó la aplicación de la ley de «Vagos y
Maleantes», se clausuraron casas alquiladas a hippies y se controlaron
los accesos para vía marítima a Formentera, exigiendo buen aspecto y mostrar
dinero en metálico antes de embarcar.
La represión tuvo como consecuencia una reducción importante del flujo de
jóvenes, mientras que los que eligieron quedarse se convirtieron en
artesanos o artistas que abandonaron la resistencia pasiva y pasaron a
mostrarse más activos buscando artimañas legales para esquivar a las
autoridades y convertirse en residentes de la isla.
Casi cincuenta años más tarde de la llegada de aquella ola de cabellos
despeinados, ropas de colores y aroma de marihuana, hoy nadie niega la
contribución de aquellos jóvenes, la mayoría universitarios y de clase
acomodada, que ayudaron a difundir en todo el mundo los encantos de
Formentera como un destino turístico natural y auténtico.
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