Perisolus,
el Eremita, caminaba por las estrechas calles de Nudelot pregonado sus
teorías sobre la vida. Todos lo escuchaban como a un loco, aunque sus
palabras eran sabias:
“No es fácil aprender a ser conscientes de nuestros pasos, si todos
aprendemos a vivir, dando nuestros propios pasos, descubriendo nuestros
propios caminos.
Tenemos que pregonar el nudismo con determinación. No podemos
avergonzarnos de hablar de ello, porque sólo viéndonos y aceptándonos
tal cual somos, podremos enmendar nuestros desaciertos.
Las nuevas generaciones deben nacer con un futuro que les brinde
esperanzas verdaderamente gratas.
Es absurdo que sobrevivamos atemorizados y simplemente viviendo el día a
día, viendo pasar el tiempo como lo hacen las personas envejecidas.
Declaremos con determinación que arrojaremos al olvido esas absurdas
costumbres, que sólo son caldo de cultivo para actos perversos.
No puede haber remordimiento ni vergüenza. He observado la sabiduría de
la naturaleza y como no le debemos arrebatar a los sentidos, el
expresarse de manera espontánea y libre.
No creo que el oriente sea el imperio de los sentidos, ni censuro a
quien se declara impedido para controlar sus sentidos. El amor es arte y
pasión, como cualquiera de las artes.
No es justo azotar los caminos como Perisolus el vagabundo. No
escondamos nuestra belleza sólo para nosotros, porque todos somos
hermosos. Todos los cuerpos son bellos. Todas las almas son
maravillosas.
En Nudelot no podemos permitir que se manipule el bien y el mal.
Arrojemos al olvido todo lo textil y si requerimos de protección contra
el frío, que sean velos transparentes y acerquémonos al fuego.
Héctor Cediel Guzmán
Bogotá, D.C. Colombia
hectorcediel@gmail.com
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