Mi Primera Vez!
“Pertenezco a una familia de padres, hermanas, tíos y primos de
mayoría tradicional. El desnudo implicaba exhibicionismo y falta de decoro,
y fealdad, y eso, en una familia tradicional como la mía, no era posible.
Mis hermanas ni siquiera hacían top-less y cuando amamantaban a mis sobrinos
lo hacían con un paño cubriéndoles el pecho. Toda la vida me he criado en
Valencia, una ciudad con muchos kilómetros de costa.
Personalmente nunca he tenido ningún problema con el desnudo ajeno. No me ha
supuesto ningún trauma ver los pechos desnudos de chicas y mujeres, a veces
tres generaciones en las playas, o chicos desnudos en los vestuarios de
gimnasios. Sin embargo, yo sí que tenía vergüenza por estar desnudo delante
de más gente.
Durante mi época universitaria cuando me quedaba sólo en casa, me quitaba la
ropa para sentirme mejor conmigo mismo, deshacerme de pudores. Comprobé que
era una sensación placentera la comodidad física de no llevar nada que me
oprimiera el cuerpo. Al estar yo sólo dentro de mi casa, no puede
considerarse nudismo pero es un primer paso. Para estar desnudo en la playa
es primordial abandonar los prejuicios adquiridos.
Una vez acabada la carrera quise ir a una playa nudista para comprobar por
mí mismo la realidad del nudismo, y no basarme en comentarios de amigos de
la infancia. Corría el año 2001 o 2002 cuando decidí probar por mí mismo el
sentimiento de libertad que se tiene estando desnudo, dejando al descubierto
las partes más prohibidas en mi mundo tradicional.
De esta forma podía quitarme los complejos que se me inculcaron desde
pequeño. Me estuve informando por internet de playas nudistas, ya que son
los únicos sitios que por aquella época sabía que se podía estar en cueros.
Me enteré en una página web de nudismo que en Valencia había una playa
nudista, la de la Devesa de El Saler. Un día fui al lugar para conocer la
ubicación.
Andando acabé en un espigón a la altura de El Saler. En la otra parte del
espigón vi gente desnuda. Estuve un rato observando algún supuesto
comportamiento relacionado con el exhibicionismo y no lo encontré. Es más,
lo que vi fue gente tomando el sol y paseando por la orilla. Volví a casa
con ganas de desnudarme yo también disfrutando de la playa tal como lo
hacían las personas que allí estaban.
Unos días más tarde volví a la misma playa, esta vez a la otra parte del
espigón, donde empezaba la zona nudista. Kilómetros y kilómetros de playa.
Extendí la toalla. Vi un matrimonio mayor poniéndose crema en la espalda,
una chica salía del agua y se dirigía a su toalla, en la orilla. Vi a esa
chica como una persona, no como un objeto sexual. Es otra experiencia que me
aportó el nudismo. Una mirada respetuosa y de admiración por estar desnuda
cuando el concepto de chica desnuda que tenía hasta entonces era el de
buscona. Un matrimonio mayor y una chica joven, todos desnudos. Lo primeros
por mayores, la segunda por ser mujer, son personas que no deben enseñar su
cuerpo. Enseñanzas recibidas en mi niñez por mi familia tradicional.
Yo no quise ser menos y me quité el bañador, esta vez sí, sin dudarlo. Lo
primero que sentí era libertad. Durante 26 o 27 años oprimiendo los
genitales bajo slips y bañadores creando un ecosistema dañino. Las partes
del cuerpo que han estado todo ese tiempo ocultas se sintieron libres y
frescas.
La comodidad de ir sin bañador ya la experimenté en mi casa, pero el nudismo
va más allá. La libertad que en ese momento sentí, el empoderamiento de ser
yo mismo tal cual soy. Sin aparentar con la ropa. La sensación de tener el
aire a mi disposición circulando por todo mi cuerpo. Me tumbé en la toalla
pensando en el tiempo que había perdido. Me di un baño y uno de los
inconvenientes del bañador es que tarda en secarse. Al salir del agua en un
momento estaba seco, y por supuesto la arena me la sacudí enseguida. Volví a
casa de mis padres sin haberles dicho la particularidad de esa playa”.
https://revista.culturanudista.com/2023/03/06/mi-primera-vez/
|