Una de las mujeres empezó a quitarse la ropa. Es ahora o nunca, me dije. El sol era perfecto para un bronceo parejo, el pasto estaba libre para nosotros y no había ninguna mirada que nos pudiera juzgar. 

Aún así sentí cosquillas en el estómago, como cuando uno va a salir al escenario o a hablar delante de mucha gente. Quitarme la ropa ante menos de diez personas desentrañaba más adrenalina que todas esas cosas juntas y eso que ya lo había hecho decenas de veces ante mi pareja. 

No me iba a desnudar en el patio trasero. Necesitaba un lugar privado como si me fuera a cambiar la ropa. Era ridículo, entonces me aventuré a seguir a mis nuevos amigos -en ese momento sólo hombres- a una habitación para dejar la ropa más organizada. 

 

Entrar en el grupo  

Fue difícil tomar la decisión de entrar en un grupo nudista sin ninguna compañía conocida, como mi pareja, que me resguardara en caso de que fuera un grupo de maniáticos sexuales, o de que algún hombre quisiera pasarse de la raya.

Creo que una mujer ya es vulnerable, pero sin ropa no me lo imaginaba. 

Tuve muchas dudas y tabúes que no me dejaban dar el primer paso: que los fines del grupo son sexuales, que todos los tipos me van a mirar libidinosamente, que van a juzgar mis gorditos y estrías. nada de eso es cierto. Claro, hay varios grupos nudistas y di con uno honesto.

Pero no intentarlo era arriesgarme también a perder un conocimiento nuevo que me podía conducir a una mayor conexión con mi cuerpo. Esa fue mi ganancia, pero la verdad, cada uno tiene una experiencia diferente, y hasta ahora, siempre positiva. 

El desnudo  

Mis nuevos amigos ya estaban acostumbrados. A ellos la ropa les salía fácil. Tomé aire, me despojé de mis prendas y entré al baño a darme un vistazo. Me pregunto por qué antes no había sido tan consciente de los recovecos de este cuerpo que llevo puesto todos los días, no sólo era un riesgo que me vieran, sino también mirarme al espejo en bola. 


Las mujeres del grupo no son modelos. Me alivió ver que ellas tenían estrías como yo, que sus pechos no eran grandes y tensos (los míos tampoco), y que no importa sentarse 'adecuadamente' para que no se vaya a ver ningún gordito. 

¿Gorditos? Nada de eso. Esas son bellas curvas. Un rato después me di cuenta de que también me había despojado de mis dudas, de mi pena y de la constante inquisición hacia mí misma. 

Fuente: http://bogota.vive.in/blogs/365nudistas