Al pasar los minutos fui sintiéndome cada vez más libre, observé que nadie me veía, me paré, caminé hacia el mar y me di un baño que fue espectacular. Como dice Hanglin, luego de bañarte desnudo en el mar no querés usar más la malla.
Me habré quedado unas dos horas y tuve una sensación de libertad y paz que me pareció nunca haber tenido.
De regreso al hotel le comenté a mi mujer, la cual largó un carcajada y no me hizo mayores comentarios.
Al día siguiente, en el desayuno , le sugerí ir juntos, El hecho que el nudismo no fuera obligatorio, y quizás su curiosidad., hicieron que aceptara, pero con algunas condiciones. Ella no estaba obligada a desnudarse.
Llegamos y nos instalamos un poco alejados, conversamos un rato, yo me desnudé y ahí comenzamos a charlar sobre la posibilidad de que ella también lo hiciera.
No fue fácil, sus prejuicios, temores y educación eran una barrera casi infranqueable
.
Yo me metí en el mar y al salir ella me dijo que me había visto disfrutar como nunca.
Al rato otro matrimonio se puso cerca nuestro, él se desnudó y ella hizo top-less.
Me metí en el mar nuevamente, cuando salí mi esposa estaba en top-less y me recibió con una sonrisa de oreja a oreja.
Me dijo “hasta aquí sí, más no, .pensá que ni en los vestuarios andamos desnudas.”
Luego seguimos yendo, Chihuhua nos deparó una semana de buen sol, buen ambiente, nudismo para mi y top-less para mi esposa. Y fundamentalmente, lo bien que nos hizo a nuestros casi 60 años hacer cosas nuevas juntos y disfrutarlas.
Juan Belzú
juanbelzu@yahoo.it